martes, 26 de julio de 2011

La "Hueá"

El otro día estaba en una situación que no me gustaba mucho, pero por deber un tanto moral (quizá moral no es la palabra) tenía que estar ahí. Eso era lo que consideraba yo. Hasta ese momento, al menos. Era un Consejo Superior de la Universidad, y estaba yo sentado, lateado, al lado del centro de alumnos de mi carrera, completamente callado, escuchando a ratos atentamente lo que decían los demás. Bueno, no es por ser exigente, pero todos decían lo mismo. Exactamente lo mismo. Y se repartían qué parte decir. Una parte, su contraparte, la otra parte, su respectiva contraparte, a ver quién de los hueones la decía con peor semántica y gramática. Nada nuevo. Sabía con antelacion qué iban a decir, incluso nada más viendo la forma en que se senataban, o se vestían, o miraban al resto. Esas tres cosas, y absolutamente ninguna más.

Qué desgracia. Tenía presente, en una misma sala, a cuanta mentalidad distinta debía haber, supuestamente, cada grupo de personas ocupándose de más de 30 áreas distintas del conocimiento. No hablemos de "futuro de Chile", hablemos de algo más tangible, futuros arquitectos, ingenieros, médicos, científicos, humanístas, etc. Si yo me voy en estas voladas, me imagino qué tendrán que aportar los otros. Lo esperaría con ansias. Menos mal que no lo esperé. Porque no llegó. Nadie estaba tocado por la estrella. Nadie estaba iluminado ese día. Nadie hizo gracia del discurso, al borde de jugar con las palabras a tal extremo de hacer dulcemente carismático su discurso.
Y me reí y pensé en el pulpo maldito ese, metiendo sus tentáculos por medio de los bloques de gentes en planes de organización para hacer por cansarse del ser, o hacer porque el ser no resultó, o falsamente se realizó. Los partidos políticos en las más perversas organizaciones, tentáculos fuertes y densos, dispuestos a azotar cualquier intruso en el plan sistémico nacional de gobierno. La parte y su contraparte. Peleando, tomandose turnos para ser boca o cola del ouróboro. Una discusión infinita y así de infinita, infinitesimal entre lo que de verdad había que hacer. No aprendí nada. De hecho comprobé lo que realmente era, el pulpo ahí, presente completamente, mostrando lo brutal y asesino que es. Bueno, lo asesino lo comprobé despues. Pero lo comprobé.

Una completa lástima. Sin hacer uso de una sucia y prostíbula negociación, no se podía hacer nada realmente radical, o efectivo. Siguiendo ciertos patrones un tanto corruptos se podría dejar contentos a todos, fuera de toda parada y empantanado hasta las orejas de partidos políticos. Vendiendose. Así y nada más. Porque no hay más que hacer, más que jugar entre las reglas del sistema, nadar por el vertedero usando cualquier cosa como antiséptico. O como preservativo.
Me paré y me fuí, pensando "están puro hueviando". Me pregunté si estaba bien eso o no, de hecho qué estaba bien y qué no, y me reí a carcajadas al instante de pensarlo. Dejé el activismo botado en ese momento, por creerlo falso y despojado de toda originalidad, y sentí que había sido parte ciegamente entregada a un engranaje del sistema. Así no iba a resultar "la hueá".

¿Qué hacer? La verdad de las cosas, no tengo ni una puta idea de qué hacer. Si me radicalizo soy parte del sistema y me arriesgo por nada. Si no hago nada, entonces no soy más que un gusano. Ese mismo día expuse el problema a varios de mis amigos. No ví ninguna respuesta coherente y concisa (por el hecho de que no ví respuestas), y apacigué mi rabia al pensar que yo justamente por eso había elegido ese grupo de amigos, porque jamás me iban a cuestionar el hecho de que yo llegara al borde de la ética y la moral preguntado y criticando lo que existía. Un trato justo. Si sé que hay más gente que vé las cosas mucho mejor que yo, pero al estar a medio devorar por el pulpo desgraciado, no hablan más que balbuceos para los medios.

¿Qué hacer? Tan solo mantener la paz...

¿Qué hacer? Si acepto algo, acordarme del pulpo y del engranaje

¿Qué hacer? Vivir nadando en el vertedero, usando cualquier cosa como antiséptico.

O en su defecto, como preservativo.

sábado, 23 de julio de 2011

El que fía no está, salió a COBRAR

Pasó una buena cantidad de tiempo antes de que me diera cuenta de la frase que una vez alguien me dijo. "Mejor no confiar en nadie (hasta aquí ya me sentía indignado), ya que no sabes si la palabra de la otra persona es verdad o es mentira". Claro, me dije, coincide más menos con lo que pienso, y creo. Pero, no sé... algo falta, ¿no? Como que acaba de VIOLAR TODO lo que sé y conozco y me esmero por difundir acerca de la confianza y la paz y el equilibrio y todas esas cosas raras que nos hacen bien (como podrían perfectamente hacernos mal).

Exactamente pasaron 2 años y 4 meses para que yo entendiera por fin. A la larga, lo que entendí, es lo siguiente:

Uno no puede andar confiando en lo primero que alguien muestra, ese consejo que nos dan cuando chicos de "no te fíes de extraños". El asunto va cambiando, sí, porque eso que nos muestran es principalmente la palabra. Es lo más fácil de disfrazar y usar y controlar para fines maquiavélicos y profanos. Y es lo primero de lo que nos fíamos. Confiar en la palabra, me llevó, me atrevo a decir el 50% de las veces a cosas y lugares que no quería. Pero confiar en las personas que más amo, nunca me ha fallado. Acabo de contradecirme entonces, ¿me debere quedar con la palabra? Aquí aparece otro integrante de la película, que es el "ser-hacer". Del dicho al hecho, del verbo al acto. No se puede disfrazar lo que uno hace cotidianamente y a largo plazo, esas actitudes, la forma de caminar, de tocar algun instrumentos, los cuentos que escribe, las palabras que usa. Los contextos a los que se mete, cuanto arriesga por los demás, cuánto es capaz de caminar. Nadie es tan buen actor, es imposible disfrazar todo eso. Menos en 2 años y 4 meses.

A la larga no es que no sirva confiar en la palabra. No es válido. Pero no por la inseguridad de si es verdad o no. Es porque no importa si es verdad o no. Si un amigo me cuenta una historia, soy libre de creerla o no, me arriesgo o no. Lo válido y lo admirable es que tuvo la amabilidad de cederme parte de su tiempo, o de su confianza, hasta una parte de su vida quizás. El hecho de compartir algo conmigo por creerme perfectamente válido para eso. De eso se trata confiar.

Paz y keep on headbangin'!