domingo, 7 de agosto de 2011

Cuestión de evolución.

Yo hablo de cosas que veo y que siento. Generalmente las veo, y me molestan. No creo que uno debiera andar hablando de cosas que no ve, dejandose llevar por las emociones o sentimientos. No corresponde. Uno tiene que tener capacidad de saber cuales serán las consecuencias de cada decisión que toma. Porque nadie te va a creer si después cambias tu postura radicalmente. Está bien equivocarse, pero sólo si se reconoce. Está bien pensar distinto, pero sólo si hay fundamentos. Siempre expongo incitándo a la paz, y si no lo he hecho, háganmelo saber.

Aquí pasa algo que no tenemos miedo de decir, porque no estuvimos en la dictadura. Tenemos rabia, porque estamos acostumbrados a que no nos entiendan. Crecimos reprimidos, bajo reglas que no estuvimos ahí cuando fueron dictadas, pero de una forma u otra rigen nuestras vidas, la forma de vestirnos, de llevar el pelo, de vivir. Estamos acostumbrados a que nos digan que está todo mal, que el mundo está por colapsar, que está por acabarse algo, que nada sirve, que las cosas son inútiles. Estamos acostumbrados a inhalar miedo e indiferencia de todos lados, o rabia que no entendemos. Eso que es demasiado importante para los adultos, no lo es para nosotros. De hecho lo despreciamos, porque vemos cómo se aferran todos a cosas que son superficiales, a cosas que no son completas, a cosas que han hecho daño.

Conocemos la mentira. Conocemos el miedo. Conocemos la rabia. Sabemos por qué da. Hemos estado en marchas y en nuestro hogar la televisión no lo dice. Hemos tenido que ser forzados a salir de la plaza para que no peligre nuestra integridad física. Hemos crecido con eso. Pero no lo sabemos decir, porque no sabemos hablar. Porque en el país se reducen las horas de clase de Lenguaje. Porque los escritores jóvenes son calificados de raros, de comunístas, y los jóvenes odian las categorías, porque han perdido toda identidad. No sabemos firmar cheques porque casi no tenemos nombre, tenemos números. Todo es automático, todo es instantáneo. No sabemos lo que todo ser humano debería saber, hacer fuego, plantar, construír una casa.

Pero pasa algo porque justo ahora se ve que nos olvidamos de eso. De nuestras trabas. De nuestros 'contras'. Ahora tenemos identidad. Ahora aprendimos a construír. Porque sabemos cómo es el terreno. Sabemos quien dice la verdad y quien no. Conocemos mejor a las personas que nos rodean. Leimos de la causa, de política, leyes, estatutos. Aprendimos a hacer lienzos. Cabeceamos una canción que apoya la causa. Perdonen la pregunta, es que tengo una duda. ¿Es eso acaso humanidad?

Tengo la duda porque hay gente que el sistema apoya y protege, gente que no pesca las protestas, gente normal, que no manifiesta, zombies mutantes que caminan frente al guanaco mirando despectivamente, calificando de comunistas al 87% de estudiantes movilizados. A ellos el gobierno protege y trata de mantener, carabineros resguarda sus autos, los bancos aseguran sus casas. ¿Quién chucha es humano al final? ¿El que aprende a ser mejor persona, o el que mantiene la cúspide de la civilización en su posición inproductiva, poco innovadora y condenada a la muerte a la larga? ¿El que se deja llevar, o el que se para frente a todos y lo dice?

Existe el miedo de que no se va a lograr nada, pero ahora todos sabemos como es el mundo, como funcionan las cosas, y eso nos va a traer seguridad en el futuro. Aprendimos a hacer fuego, para calentar a la gente en las tomas o para hacer barricadas. Aprendimos a leer, leyendo cómo dictan leyes para jodernos cada vez más. Aprendimos a opinar y a ser críticos, porque vemos día a día cómo tratan de ofuscar todo. Ofuscarlo y hacer que sigamos pensando, nuevamente, que está todo mal, que todo es inútil. Hay gente trabajando día y noche, con altos sueldos, trabajando incesantemente para jodernos. Y no nos damos cuenta. Y recibimos amenazas si tratamos de hacer algo.

El ser humano original aprende, lee, se organiza, sí conoce el miedo y sí conoce la rabia, pero sí cree en que en grupos grandes, gigantes, siendo caleta, más que la chucha, puede hacer algo radical, importante, enorme. No tolera vivir todos los días pasando como números, el tiempo como matemáticas, inertes, muertos. No tolera escuchar mentiras. No tolera tener que quedarse en casa, sabiendo que sus propios hermanos y amigos están en la calle manifestándose por el futuro, el de él, el de sus hijos, y el de todos nosotros. Es cuestión de evolución. El humano siempre ha sido así. Y así es sólo quién es un verdadero humano.

Paz, cabros, tengan paz.