martes, 14 de julio de 2009

Venganza justa


No dejo de pensar en lo que escuché hace días. Entró el inspector a la sala y nos habló de lo que pasa, todo relacionado a la "violencia" en el liceo. Dijo todo valorablemente objetivo y muy limpio. Nos habló que en liceo circulaban las "listas negras", que no caigamos en las garras del enemigo, que las sanciones si nos sorprendían, y muchos otros aspectos. Me sorprendió. Pero no dejo de pensar en una cosa, que se relaciona con todo esto. Nos contó una vez una profesora una historia antigua, que hablaba de un grupo de monjes a cargo de un maestro. Se supone que uno de los reglamentos hablaba de los comportamientos considerados "impuros", donde estaba claramente delimitado el atado de no robar. Y uno de los monjes robaba. Decidieron sus compañeros ir donde el maestro y alegarle que uno robaba, que tenía un comportamiento "impuro" y que debía ser expulsado. El maestro, la fuente de sabiduría, dijo que hablaría con él. Los otros quedaron anodadados, ellos cuanto tiempo seguían siendo puros y nunca recibían nada a cambio. Luego el maestro volvió con el impuro. Les dijo a todos que no lo expulsaría, pues sabía que estaba en el error, y lo que envuelve al ser humano de bien e iluminación era su posibilidad de cambiar, de aprender del error, y que en el futuro sería alguien más fuerte, digno de ser un monje.
¿Cuántas especies de castigos circulan hoy por el sistema? Seguramente miles, millones. La cárcel o la pena de muerte, la inyección legal o el tiro de gracia. Las suspensiones, las anotaciones, las hojas de vida manchadas, los golpes en la cabeza. Todo castigo de toda clase. ¿Dónde queda el cambio, que conduce a la iluminación, a la fortaleza? Quedan olvidados bajo el mortal humo coloidal de la venganza, esa sombra descontrolada que asalta las mentes de las víctimas olvidando toda posibilidad de perdón. Y la justicia gira en torno a esto. Me robaste, te encierro. Me mataste, te mato. Y no intentes salir. Aléjate de la sociedad, no consigas más empleo y conviértete en la lacra del engranaje. Está perdida la orientación hacia la luz y el buen "perdónanos, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". ¿Está esto bien?
¿Qué hacer? No dejarse llevar por la aceleración interna que fluye en la sangre y ver holísitcamente, analizando todos los puntos del maldito problema. Es difícil. Pero es digno de entrenar. Y saber perdonar. Y caminar a la iluminación.
Paz!